jueves, 20 de diciembre de 2012

Jasón y el vellocino de oro

El vellocino de oro procedía de un animal maravilloso, un carnero que podía volar por los aires y que estaba consagrado a Júpiter. Llevaba una vez sobre su lomo a un niño y a una niña, hijos de un rey, que huían de su madrastra. La niña perdió el equilibrio y cayó, pereciendo ahogada en el lugar que, después se denominó el Helesponto. En cambio el muchacho se salvó. En agradecimiento por su salvación, sacrificó el carnero a Júpiter. Luego ofreció el vellón del maravilloso animal a Eetes, rey de Tesalia, quien le había dado hospitalidad después de su fuga. Eetes puso el Vellocino de Oro sobre un árbol, en un bosque de la Cólquida consagrado a Marte, donde lo vigilaba noche y día un dragón que permanecía siempre con los ojos abiertos y devoraba a cuantos pretendían apoderarse del Vellocino.

En otro reino de Tesalia vivía un rey llamado Pelias que, por motivos secretos, codiciaba el Vellocino. Durante muchos años Pelias gobernó sin derecho el reino manteniendo a Jasón, el legítimo heredero, apartado del trono. Cuando Eson, el anciano rey, se retiró, designó a su hermano Pelias como regente, que gobernaría hasta la mayoría de edad del joven príncipe Jasón.

Pelias, temiendo que algún día tendría que devolver el trono a Jasón, consultó a un oráculo. Este le dijo:" Un hombre calzado con una sola sandalia te traerá desgracia.¡Debes prevenirte, pues, contra él!".

Cuando Jasón, que ya había alcanzado la edad viril, llegó al palacio del rey, un escalofrío de terror recorrió el cuerpo de Pelias, pues Jasón, al vadear un río de montaña, había perdido una sandalia y tuvo que efectuar el resto del viaje llevando una solamente.

Para librarse de Jasón, Pelias decidió enviarlo a una empresa arriesgadísima.
-Sería conveniente, para que demostraras tu valor y tu aptitud para gobernar- díjole Pelias-, que fueras en busca del Vellocino de Oro.Está oculto en un bosque de la Cólquida, vigilado por un feroz dragón. Para obtenerlo, debes penetrar en ese bosque y vencer al monstruo. Cuando regreses con el Vellocino, la gente podrá conocer el temple de su futuro rey.

Jasón, sediento de aventuras, fue en busca de Argos, el más hábil constructor de naves de la época, y le encargó que construyera una nave capaz para cincuenta remeros. Entonces Jasón invitó a los hombres más fuertes y osados de Grecia a embarcarse con él en la nave, a fin de dotarla de la tripulación que tan noble bajel requería.
Todos- soldados, guerreros, grandes héroes- se enrolaron contentos bajo la guía de Jasón, dispuestos a participar en la búsqueda del Vellocino de Oro.

Entre ellos se encontraban: Orfec, que luego había de arrostrar el tenebroso Hades para ir en busca de Eurídice; el forzudo Hércules; Atalanta, la doncella silvestre que ayudó a Meleagro a cazar el jabalí de Calidón, y Teseo, vencedor del Minotauro.

La enorme nave levó anclas entre las aclamaciones del populacho y se hizo a la vela para la peligrosa aventura. Como los atrevidos nautas tripulaban una nave construida por el gran Argos, fueron llamados los Argonautas.
Durante muchos meses de penosa travesía la nave desafió las embravecidas olas del mar, avanzando hacia la Cólquida con determinación. Por el camino les ocurrieron diversas aventuras, a cual más emocionante.

En una de ellas tropezaron con un rey cruel, que gustaba de retar a sus huéspedes al pugilato. Por su desmedida fuerza física y extraordinaria destreza pugilística, derrotaba y mataba a todos sus adversarios. Los griegos seleccionaron a Pólux, uno de los gemelos que sobresalían en la lucha  llamada pugilato, para que se enfrentara con el rey. Cuando Pólux dio con su oponente en tierra, los moradores del país expulsaron a los Argonautas.

Otra hazaña consistió en librar al sabio Fineo de dos feroces monstruos llamados Arpías. Estos seres tenían cuerpo de mujer con garras y alas de ave. Arrebataban y devoraban inmediatamente los alimentos que Fineo trataba de llevarse a la boca. El prudente varón enflaquecía y se consumía lentamente.Cuando los Argonautas fueron en su ayuda y ahuyentaron a las feroces Arpías, Fineo, agradecido, les advirtió de un nuevo peligro que les aguardaba.
Se trataba de las Simplegades, unas enormes rocas flotantes que de vez en cuando se juntaban, aplastando al infeliz que pasara entre ellas. Fineo les aconsejó que aguardaran a que las rocas se estuvieran aproximando, para entonces soltar un pichón. Jasón  así lo hizo, y el pichón logró pasar cuando las rocas iban a juntarse. Así que las Simplegades empezaron a separarse, los Argonautas pasaron por entre ellas a fuerza de remos, escapando por muy poco de la muerte cuando las rocas volvieron a juntarse con fragor.

Pocos días después, los Argonautas desembarcaron en Cólquida y se presentaron al rey de esta, Eestes.
Cuando Jasón le expuso al rey su propósito de conquistar el Vellocino, Eestes le dijo que, para ello, antes tenía que uncir a dos indómitos toros y, después de arar un campo con ellos, sembrar en los surcos los dientes de un dragón.
Aquella noche, Jasón no lograba conciliar el sueño. Mientras se revolvía inquieto en su lecho de la nave Argos, una voz desconocida pronunció de pronto su nombre. Se incorporó sorprendido y vio a una mujer tapada con un velo oscuro de pie ante él.

-No temas, príncipe Jasón- díjole con voz tranquila y sosegada-. Debes saber que soy Medea , hija del rey, y vengo en tu ayuda. Mi padre trama tu destrucción, pero si puntualmente sigues mis instrucciones, lograrás burlarlo y el Vellocino de Oro será tuyo.

Expúsole entonces en un susurro sus planes secretos.
A la tarde siguiente, ante una multitud expectante y silenciosa, Jasón se presentó en el bosque sagrado, para esperar la llegada de los toros. Cuando estos lo embistieron arrojando fuegos por sus ollares, Jasón salió valerosamente a su encuentro.
Sin que el fuego abrasador le causara daño alguno, se apresuró a uncir ambos toros al yugo. Ni el rey ni su pueblo sabían que se había untado el cuerpo con un ungüento mágico que le dio Medea, y que lo hacía indemne al fuego.

Después, Jasón empezó a arar el campo, en presencia de la atónita muchedumbre. Sembró en los surcos puñados de los dientes del dragón que le había dado el rey. Un instante después, brotaron del suelo multitud de guerreros armados de punta en blanco, que avanzaron hacia Jasón profiriendo gritos amenazadores.

Cuando el terrible ejército se hallaba a pocos pasos del héroe, Jasón, siguiendo los consejos de Medea, tomó del suelo una gran piedra y la arrojó al centro de la masa de guerreros. La piedra chocó con gran estrépito contra uno de los escudos. El guerrero portador de este, convencido de que la piedra se la había tirado el compañero que iba a su lado, se abalanzó furioso sobre él, entablándose entonces un feroz combate cuerpo a cuerpo. A los pocos instantes, todos luchaban entre sí. En menos que canta un gallo, los terribles guerreros yacían muertos a los pies de Jasón.

El rey Eetes, furioso por el fracaso de sus planes, decidió atacar por sorpresa a los Argonautas a bordo de su nave y exterminarlos. Pero antes de que pudiera poner en práctica su plan, Medea condujo a Jasón al bosquecillo sagrado donde el dragón vigilaba el Vellocino de Oro. El héroe dejó caer sobre el dragón unas cuantas gotas de un filtro mágico que le había dado Medea, e inmediatamente el monstruo quedó dormido.
Tras descolgar el Vellocino de Oro del árbol en que se hallaba, Jasón y Medea huyeron presurosos a la nave, cuyos marineros izaron al punto las velas.Jasón llegó sano y salvo a Tesalia, para entregar el Vellocino a su malvado tío Pelias, quien no tuvo entonces más remedio que cederle a Jasón el trono que por derecho le correspondía.




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