domingo, 4 de noviembre de 2012

Cupido y Psiquis

Hacía meses que el templo de Venus se hallaba extrañamente desierto. Faltaban las flores fragantes que otrora solían adornar los altares. Nadie acudía a rendir homenaje a la diosa de la belleza. En vez de llevar ofrendas a Venus, esparcían rosas a los pies de una hermosa doncella, que gozaba fama de ser más bella  incluso que la propia diosa. La doncella se llamaba Psiquis. Era la menor de las tres hijas de un rey y a todos fascinaba por su hermosura.

Con la mayor inocencia, Psiquis incurrió en las iras de Venus. Raro era, en verdad, el dios o la diosa que podía soportar la existencia de un competidor. A fin de que los fieles volvieran a su altar y su rival fuera castigada, Venus planeó su venganza.

Llamó a su hijo Cupido y le ordenó que sacase un poco de agua amarga de un pozo que tenía en su jardín. Con ella prepararía un filtro mágico, rociaría con el a Psiquis y haría que esta se enamorara de un ser feo y vulgar.
Cupido voló a cumplir el encargo de su madre. Llenó un jarro con el agua mágica y penetró en el aposento de Psiquis, donde encontró a la doncella apaciblemente dormida. Derramó sobre ella parte del contenido del jarro, pero este movimiento la despertó y le hizo abrir los ojos por un instante.
Cupido retrocedió con presteza, pero se hizo un rasguño en el brazo con una de las flechas de su carcaj. Sin cuidarse de la herida, vertió agua dulce de otro jarro sobre Psiquis, con la esperanza de anular así los maléficos efectos causados por el agua amarga.

Pero el mal ya estaba hecho. Las gentes dejaron de encontrar hermosa a Psiquis. Sus admiradores la fueron abandonando uno tras otro, para rendir nuevamente culto a Venus. Sus hermanas se casaron con dos príncipes; en cambio, no se presentó ningún apuesto pretendiente a solicitar la mano de Psiquis.
Sus afligidos padres, en su desesperación, acudieron al oráculo de Apolo en demanda de ayuda. Pero la respuesta que de él obtuvieron disipó sus últimas esperanzas.

-Debéis enviar a la joven a lo alto del monte- respondió el oráculo-. En la cumbre encontrará a un monstruo de ilustre nacimiento, que se desposará con ella y la conducirá a su mansión, donde vivirá a partir de entonces. En medio de gran duelo y aflicción, sus padres prepararon a Psiquis para sus bodas. Después de acompañarla a lo alto del monte que les indicó el oráculo se despidieron de ella, y Psiquis aguardó la llegada del monstruo.
Pero mientras permanecía allí temblando de miedo, sintió que una suave brisa la elevaba por los aires y la transportaba hasta un risueño valle. El viento la depositó entonces frente a las puertas de oro de un palacio. La joven penetró en él y encontró una mesa cubierta de manjares deliciosos. Unas manos invisibles le escanciaban vino y unos pies igualmente invisibles iban y venían, para servirle toda clase de viandas suculentas. Durante todo el día no vio a nadie ni oyó voz alguna en aquel palacio. Pero cuando llegó la medianoche, la asombrada Psiquis escuchó la voz de un hombre que le hablaba y le decía con tono enérgico e imperioso:
-Soy yo, tu marido, quien te habla. Tuyo es este gran palacio y cuanto contiene. Pide lo que quieras. Pero no intentes verme jamás. ¡Ay de ti si lo intentas!

Día tras día, noche tras noche, el esposo de Psiquis permanecía invisible. Trataba a la doncella con deferencia y bondad, atendiendo a sus menores deseos, pero ella nunca le vio el rostro. Finalmente, cuando su tristeza y su nostalgia aumentaron, Psiquis le pidió permiso para por breve tiempo al lado de su familia. Su marido accedió al punto a su petición; pero antes de irse le hizo una severa advertencia:
-Recuerda bien que prometiste no tratar de verme jamás el rostro. No permitas que tus padres o tus hermanas te induzcan a romper esta promesa.

Pero cuando volvió a su casa, sus familiares, incapaces de creer la historia del palacio de oro con la legión de sirvientes invisibles y el ser bondadoso y considerado que era su marido, trataron por todos los medios de despertar la animadversión de Psiquis contra él.
-No te dejes engañar por sus ardides- le advirtieron-. Es un monstruo, que una noche se abalanzará sobre ti para destrozarte. Toma este afilado cuchillo para defenderte y escóndelo bien. De noche, cuando duerma, enciende la lámpara y mira que rostro tiene. Si de verdad es un monstruo, lánzate sobre él y degüellalo antes de que te mate.
Aunque Psiquis al principio vaciló, al fin lograron convencerla. Poco después de su regreso al palacio, levantóse furtivamente una noche, encendió la lámpara de aceite, y, acercándose al lecho de su esposo, lo contempló cautelosamente. Pero en vez del horrendo monstruo que esperaba hallar, la estupefacta Psiquis vio a un joven de una belleza sobrehumana. Tan grande fue el amor que le inspiró, que permaneció allí arrobada, mirándolo y olvidándose de la advertencia. De pronto, una gota de aceite caliente de la lámpara cayó sobre el joven dios. Este, lanzando un agudo grito, se despertó. Durante largo rato contempló a la horrorizada Psiquis con expresión desdeñosa y colérica; pero ni una palabra de reproche salió de sus labios. Luego, saltó por la ventana abierta y desapareció de su vista.






La afligida joven quiso morir y se arrojó al mar, pero las divinidades marinas no podían permitir que tan hermosa doncella se ahogara; de modo que las corrientes la devolvieron sana y salva a la oriilla opuesta del mar.
Con el corazón lacerado por la pena, Psiquis vagó sin rumbo fijo por la Tierra, hasta llegar por último a un templo consagrado a Venus. Deseando ser perdonada, pidió ante el altar que le permitieran servir únicamente a Venus; y la diosa, cuyos celos aún no se habían aplacado, le dijo:
-Si quieres que vuelvan a amarte, tienes que realizar tres tareas.
-Haré de buen grado lo que me pidas_ le respondió Psiquis.
-En este templo- prosiguió Venus- se guardan millares de granos de todas clases: cebada, trigo, habichuelas, guisantes ..y otros muchos. Tu tarea consistirá en separar estas semillas en montones distintos.¡Tienes tiempo hasta la puesta de sol!.....Pronunciadas estas palabras, la diosa se separó de ella.

Aunque se afanó durante horas, el montón de semillas no parecía disminuir; pero, cuando más afligida se hallaba vio a unos negros animalillos que se arrastraban por el suelo del granero, llevando cada uno de ellos en la boca una semilla distinta, que depositaban en un montón separado. El corazón le dio un brinco de alegría. Cupido, su enamorado, no se olvidaba de ella y le enviaba aquellos ejércitos de hormigas en su ayuda.
Cuando Venus regresó aquella noche, quedose pasmada al ver que las semillas estaban cuidadosamente seleccionadas; dudando de que Psiquis lo hubiese hecho sola, le impuso la segunda tarea:

-Al otro lado del arroyo-le dijo- hay un rebaño de mis ovejas de vellones de oro. Tienes que traerme tres de esos vellones.
Pero cuando Psiquis se dispuso a cumplir la tarea encomendada, las cañas de la orilla del arroyo, deseando ayudarla, la detuvieron diciéndole:
-¡Ten cuidado con esas ovejas! Son muy fieras y si las tocas, te embestirán con sus agudos cuernos. Espera hasta la noche, cuando estén dormidas.; entonces , podrás acercarte a ellas y encontrarás vellones de su lana  prendidos en los matorrales y los arbustos.
Psiquis les dio las gracias, y, cumpliendo al pie de la letra sus instrucciones, consiguió entregar los vellocinos a Venus.

La enfurecida diosa ordenó entonces a Psiquis que realizara la tercera tarea. Esta vez tenía que descender a las regiones subterráneas del Hades y buscar allí a Proserpina, reina de los Infiernos, para arrebatarle la caja que contenía el ungüento mágico con el cual Proserpina mantenía eternamente su belleza.
Caronte, el barquero de los Infiernos, la pasó con su barca al otro lado de la negra laguna Estigia, que cerraba el acceso al Hades. Después de suplicar a Proserpina que le diera el ungüento mágico, logró al fin persuadirla a que le entregara la caja. Más al retorno, Psiquis se dejó vencer por su curiosidad,  y pensando que tal vez aquella caja encerrara el secreto de la eterna belleza... la abrió....y al hacerlo, no se esparció sobre ella la belleza sino un sueño invencible; y quedó postrada por él sin que nada pudiera despertarla.

Mientras permanecía tendida e inmóvil cual si se hallara muerta, Cupido la vio y corrió en su ayuda; tras despertarla de su trance, Cupido invocó la ayuda de Júpiter, rey de los dioses, el cual llamó a Venus a su presencia, y le pidió que perdonara a Psiquis y permitiera a su hijo Cupido tomarla por esposa.
Venus depuso su enojo y perdonó a Psiquis ...de esa unión nació una encantadora hija llamada Placer.

También encontramos la misma historia con Afrodita, Psique y Eros....(personajes griegos).
Conocemos esta historia gracias a Apuleyo que nos la relata en La Metamorfosis (El asno de oro). Se refiere en su sentido profundo a las tribulaciones del alma(Psique) para alcanzar el amor(Eros) y la inmortalidad.

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