Vivía en Frigia un rey inmensamente rico y poderoso.
Era dueño de cuantos tesoros y riquezas su corazón podía ambicionar; por tener , tenía un hermoso palacio rodeado de jardines en los cuales crecían rosas de todos los colores; tenía enormes bosques en los cuales crecían árboles que daban maderas muy preciadas y caza muy diversa; tenía rebaños de miles de cabezas....pero aún ansiaba poseer más.
Quería ser el hombre más rico del mundo.
Un día, el dios Baco, pasaba acompañado de su séquito por los bosques de Frigia, cuando Sileno, su viejo preceptor, se sintió indispuesto...el hombre se sentó a descansar...pero pasaba el tiempo y Sileno no se reponía.... allí le encontró el rey, y reconociéndolo enseguida, le invitó a su palacio y le colmó de atenciones.
Baco, agradecido por lo que Midas había hecho por Sileno, ofreció al rey concederle lo que pidiera.
-¡Quiero tener oro!- contesto al punto Midas....
-¡El oro es lo que me hace más feliz!
-¡Lo que más me gustaría, sería convertir en oro cuanto toque!.
Baco contempló a Midas con estupefacción.
- Te tan extraño deseo - le dijo- pues he empeñado mi palabra. ¡Mas te advierto que lo lamentarás!
A los pocos instantes Midas quiso ya poner a prueba su don mágico. Tomó la rama de un olivo y vió como se volvía de oro en sus manos. Agachóse para oler una fragante violeta, y, cuando tocó su tallo, todos los pétalos se volvieron de oro. Cuando cruzó los campos, dejó áureas huellas en la blanda tierra; y cuando se sentó en su trono, éste se volvió de oro macizo.
Lleno de júbilo, llamó a sus cocineros y servidores y les ordenó que preparasen un magnífico festín para celebrarlo. Pero cuando el primer pedazo de pan tocó sus labios, se convirtió en un duro pedazo de oro. Furioso, lo arrojó lejos de sí y levantó la copa para beber. Pero no pudo hacerlo, porque el vino se transformó en oro fundido. Tendió la mano hacia la fruta, pero cuando sus dedos tocaron la fuente, las manzanas, las peras, las naranjas y las uvas se volvieron de oro.
Midas se hallaba fuera de sí. Llevándose las manos a la cabeza, maldijo el día en que pidió aquel don fatídico a los dioses. Pero aún no había terminado su castigo. Mientras permanecía sentado en su trono, oyó una risa cristalina y una voz infantil.....era su hija, era una preciosa niña a la que su padre amaba con toda la ternura de que era capaz su corazón.
Cuando Midas vio que su hija se encaminaba hacia él, intentó detenerla, pero antes de que pudiera lanzar un grito de advertencia, ella le echó los brazos al cuello para besarlo. El efecto fue instantáneo. Horrorizado y apenado, Midas vio que estrechaba una estatua de oro contra su pecho.
Imploró postrado a los dioses, que le arrebataran el don mágico, pues solo le causaba dolor y sufrimiento.....y mientras permanecía arrodillado, oyó una voz tranquila que le decía:
-Tu ruego ha sido escuchado....Levántate y ve al río Pactolo....cuando te hayas bañado en sus aguas, perderás ese don.
La voz era de Baco, que, invisible, lo contemplaba desde el Olimpo. Baco decidió que Midas ya estaba suficientemente castigado por su codicia, por ello le perdonó.
Sin un instante de demora el rey corrió hacia el río; penetró en sus frías aguas, y permaneció allí un largo rato. Luego volvió a su palacio, y vio como su hija corría de nuevo a su encuentro......estaba radiante...se sentía tan feliz, que ordenó le trajesen pan y agua...y comió aquel alimento como si fuesen manjares...
Midas, nunca olvidó la lección apendida....cuentan ,que se volvió un hombre humilde en sus actos y palabras...dicen que jamás ambicionó tener más tesoros ni riquezas....y que administró sus bienes con sabiduría, y con ella gobernó a su pueblo.
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