viernes, 28 de marzo de 2014

Filosofia Khalil Gibran


Una zorra miró su sombra al amanecer y se dijo:
-Hoy me comeré un camello.
Y pasó toda la mañana buscando camellos. Pero al mediodía volvió a mirar su sombra y se dijo:
-Bueno..., creo que me conformaré con un ratón.

Gibran Jalil Gibran

La sombra representa aquella proyección involuntaria de nuestra personalidad en el mundo, aquella que es influenciada por los astros, empujada por el mundo circundante y definida por algún punto de vista. Es aquella que no podemos definir nosotros mismos, y de la cual solo tenemos permitido observar.

En este mundo, donde la gente corre y esquiva la realidad practicando el ejercicio del "no detenerse - no verse", las formas resultan sobrevaluadas y por eso no extraña que las personas se identifiquen con la efimera y volatil sombra que nunca esta ni estará bajo su control. Hay de aquellos que lloran por el qué dirán de los demás, si supieran que el secreto del fracaso es tratar de gustar a todo el mundo.

Así como somos capaces de darnos cuenta que cuando es temprano la sombra se nos escapa de las manos y que al medio día se esconde, debemos pues ser capaces también de darnos cuenta que la posición del sol no depende de nosotros. Entonces, corresponde e impera descubrir que lo que somos no depende del tamaño de la sombra, de lo que otros vean de nuestra personalidad o de nuestros títulos, sino más bien de algo tan natural como el simple hecho de vivir.

Aprender a mirarnos a nosotros mismos antes de cualquiera cosa es muy importante, la realidad esta aquí en lo que amamos y en nuestros ideales, mas no en aquellas cosas que nos decoran de vez en cuando, como cuando sale el sol o cuando sopla el viento.

El valor de un hombre, es la valor de las cosas en que esta interesado.

Marco Aurelio

Jabón de sándalo

Jabón de sándalo
Santalum album, el sándalo, es un árbol sagrado de la India, que pertenece
a la familia de las Santaláceas y es una especie de lento crecimiento, 
su tala está permitida sólo cuando el árbol tiene unos 30 años; del tronco y
de las raíces se extrae el aceite esencial, apreciado porque ayuda a alcanzar 
la armonía espiritual.

PROPIEDADES
Al ser los aceites esenciales volátiles, a la acción tópica le añadiremos 
efectos relajantes y sedantes, pues al ir cediendo el jabón el aroma,
nuestro olfato actúa como una vía de entrada de los aceites esenciales 
en nuestro organismo y de esta manera producen la acción.
Además por su acción antiséptica es utilizada contra el acné, y 
más concretamente contra los forúnculos de axilas e ingles (en este caso se enjabona la zona y se deja secar el jabón sobre la piel, luego a los 10 minutos
se aclara con agua; con ello se consigue desinfectar el poro.realizar dos veces
al día, hasta que desaparezca).
También es beneficioso en el caso opuesto, es decir cuando hay sequedad…
por lo que sería su acción normalizante de la epidermis.

INGREDIENTES:
  • 682 ml de aceite de oliva virgen
  • 213 ml de agua mineral con astillas de sándalo
  • 85 gramos de sosa
  • 10 ml de esencia de sándalo
Precio: 2,50€ la unidad, de 150 gramos cada una.
Gastos de envio: 3,50€ por pedido.
A partir de 20€ de pedido, el envio es gratuito.









lunes, 17 de marzo de 2014

Indices de saponificación para distintos aceites con sosa NaOH


  • Aceite de oliva                            135.26
  • Aceite de girasol                        134.55
  • Aceite de aguacate                   133.69
  • Aceite de almendras dulces     137.25
  • Aceite de coco                           183.69
  • Aceite de germen de trigo       131.91
  • Aceite de jojoba                          69.52
  • Aceite de lino                             135.47
  • Aceite de maiz                           136.90
  • Aceite de ricino                          128.56
  • Aceite de soja                            136.19
  • Aceite de rosa mosqueta         134.00
  • Cera de abeja                               67.00



miércoles, 12 de marzo de 2014

Los opiáceos

Opiáceos, más de 3.000 años de dependencia

Nacho Gargallo Pascual
Estudiante 4.º Grado de Farmacia. Universidad CEU Cardenal Herrera. Tutora: Dra. Lucrecia Moreno Royo
Opiáceos, más de 3.000 años de dependencia
Historia
Los opiáceos son un conjunto de fármacos extraídos del opio que se han utilizado con fines terapéuticos desde hace varios milenios. El opio se obtiene tras la incisión en la cápsula de la planta Papaver somniferum, más conocida como adormidera. De hecho, el nombre opio deriva de una palabra griega que significa «jugo», en referencia a la extracción del alcaloide de la planta.
Las referencias a la utilización del opio y sus derivados son múltiples y procedentes de diferentes civilizaciones antiguas. La primera referencia data del siglo XVI a.C.; en el Papiro de Ebers, escrito en el Antiguo Egipto durante el reinado de Amenofis I, se describe el uso de esta sustancia para el tratamiento de las cefaleas del dios Ra. Algunas escuelas hebreas citan ciertas referencias en la Biblia sobre los efectos del jugo de la adormidera. En los escritos hebreos recogidos en el Talmud se hace referencia al opio como «ophion». También en la literatura hindú y árabe se encuentran referencias en torno al uso con fines médicos del opio y sus derivados. Pero lo que de verdad ha permitido conocer de una manera más detallada las preparaciones y aplicaciones del opio en la antigüedad son los datos hallados en la literatura griega y romana. En la época griega, tanto Hipócrates como Teofrasto lo utilizaron en sus preparaciones. De la época romana podemos resaltar el método para obtener el opio de la cápsula de la adormidera, descrito por Scribonus Largus, y la forma de realizar la incisión de la cápsula por parte de Dioscórides. Galeno también realizó una entusiasta descripción de las preparaciones obtenidas de esta sustancia.
En Europa el uso del opio se ha extendido desde los tiempos de Galeno. Paracelso lo llamo «piedra de la inmortalidad», y debe gran parte de su éxito como médico a la administración de opio a sus pacientes. Por aquel entonces el opio se usaba como analgésico y contra la disentería por sus propiedades antidiarreicas. Las preparaciones más comunes del opio en Europa durante esta época han sido de uso frecuente aun en el primer tercio del siglo XX. Entre ellas se podría citar la tintura de opio o láudano, del que aparecieron distintas variantes como el láudano de Rousseau. El médico ingles Thomas Dover, describió el denominado «polvo diaforético», que consistía en un polvo muy fino, en el que se mezclaban opio, ipecacuana y tártaro vitriolado.
Fueron los árabes los que introdujeron el opio en Oriente. Avicena lo recomienda para la diarrea y las enfermedades oculares. En China se introdujo en principio por los árabes. Se uso hasta el siglo XVIII contra la disentería, pero en la segunda mitad del siglo el comercio de opio se incrementó de forma importante por portugueses e ingleses. Estos últimos establecieron un depósito de opio al sur de Macao, lo que originó un conflicto con las autoridades chinas y desembocó en la llamada Guerra del Opio. Esta guerra acabó con el Tratado de Nanking, en 1842, que permitía el comercio extranjero del opio en ciertos puertos chinos y ya en 1858 se admitió de forma legal el comercio del opio en China.
«De entre todos los remedios que Dios Todopoderoso se ha dignado a dar al hombre para mitigar sus males, ninguno es tan eficaz y universal como el opio». Esta frase, escrita por Thomas Sydenham en 1680, resume más de 3.000 años de historia del opio.
Figura 1 Molécula de morfinaMorfina
A principios del siglo XIX se conoció el principio activo más importante del opio, la morfina. Fue descubierta en 1805 por el farmacéutico alemán Friedrich Serturner, quien la ensayó sobre sí mismo para conocer sus efectos y casi pierde la vida.
La morfina (figura 1) es un agonista de los receptores opioides que actúa preferentemente sobre los receptores µ, aunque también se une a los ĸ y δ. Es el analgésico opioide mas utilizado y el que se considera como referencia para comparar la potencia de los nuevos fármacos.
Su principal utilidad clínica es el tratamiento del dolor intenso, tanto agudo (quirúrgico, infarto de miocardio...) como crónico de diversas etiologías: dolores oncológicos, terminales o no, y dolores osteoarticulares que no respondan a analgésicos antiinflamatorios. En el dolor neuropático y en el síndrome doloroso regional complejo, la respuesta al tratamiento con morfina u otros opioides no es tan buena. Puede ser parcialmente eficaz, por lo que es correcto intentar esta alternativa terapéutica teniendo en cuenta que son dolores en los que la mala respuesta a cualquier tipo de terapia analgésica es la norma.
El efecto analgésico de la morfina puede potenciarse combinando el tratamiento con coadyuvantes como antidepresivos, anticonvulsionantes o analgésicos antiinflamatorios. Curiosamente, la administración de morfina puede provocar en algunos pacientes una hiperalgesia de etiología desconocida. Otro uso asociado a la morfina es como tratamiento en la disnea, probablemente por un efecto reductor de la ansiedad asociada al distrés respiratorio, lo que repercute en una disminución del trabajo cardiaco.
Figura 2 Molécula de la heroínaHeroína
Este derivado semisintetico del opio fue introducido en terapéutica en 1898 por Bayer como antitusígeno y analgésico supuestamente desprovisto de acción adictogena, lo que podría ser útil como alternativa de la morfina, lo cual se ha visto que es incorrecto.
La heroína (figura 2) y su metabolito activo 6-monoacetil-morfina, que posteriormente se hidroliza a morfina, se caracterizan por su alta liposolubilidad, por lo que penetran en el cerebro más fácilmente que la morfina; por ello posee un intenso efecto analgésico, euforizante y adictógeno. Debido a esta capacidad de generar dependencia y a pesar de su eficiencia analgésica, la heroína no es útil en terapéutica y ha sido retirada de las farmacopeas. Su único interés recae en sus propiedades toxicológicas, ya que es el principal compuesto responsable de la drogodependencia opiácea.
Figura 3 Molécula de metadonaMetadona
Se trata de un agonista de los receptores µ de potencia analgésica similar a la de la morfina. Se absorbe bien vía oral, aunque tiene metabolismo hepático y se une a proteínas plasmáticas en un 80%. Esta unión se lleva a cabo en varios tejidos, lo que conlleva su progresiva acumulación en el organismo. Esto provoca que los efectos perduren bastante tiempo tras la última administración y es la causa de que el síndrome de abstinencia aparezca más tarde que con morfina y heroína y es mucho más prolongado en el tiempo. Su semivida es de 15-50 horas.
La metadona (figura 3) posee efectos opiáceos típicos como analgesia, sedación, miosis, depresión respiratoria y supresión de síntomas de abstinencia. De hecho, es el agonista de elección en la deshabituación a opiáceos.
Dependencia
El abuso de opiáceos, especialmente heroína, experimentó un notable incremento en el mundo occidental en la década de los sesenta del siglo XX, pero los patrones de abuso son diferentes según los distintos opiáceos.
Las formas de abuso más frecuentes de los dependientes a opiáceos son la administración por vía endovenosa de heroína o por vía oral (metadona, codeína, etc.). La heroína, al no existir comercio legal, no existe en estado puro; la heroína «de calle» tiene una pureza variable, entre un 5-10% y se vende mezclada con diversas sustancias, como la lactosa o la glucosa, que pueden provocar una toxicidad adicional. El perfil farmacológico de los efectos de la heroína vía endovenosa tiene algunas características específicas. Dosis bajas producen supresión de la sensación de dolor, euforia, relajación y somnolencia en algunas personas, locuacidad en otras.
Síndrome de abstinencia
Los cambios provocados por la exposición crónica a opiáceos configuran un "nuevo equilibrio" neuronal. Este equilibrio puede romperse, de manera brusca, si se interrumpe la administración de opiáceos. Hay varios factores que influyen en la clínica del síndrome de abstinencia, tales como el tiempo de evolución de la dependencia opiácea, la cantidad consumida y frecuencia de uso y el tipo de opiáceo. El cuadro clínico que presentan es similar en todos los casos pudiéndose distinguir varias fases:
– Fase inicial, con rinorrea, lagrimeo, bostezos, ansiedad y sudoración, que aparece 8-12 horas después de la última dosis.
– Fase intermedia, cuando el síndrome de abstinencia alcanza su máxima intensidad con midriasis y piloereccion. Suelen presentarse dolores musculares y óseos. También puede haber diaforesis, taquicardia, temblores, anorexia e insomnio.
– Fase tardía, con calambres musculares, fiebre y espasmos intestinales. Aparecen nauseas, vómitos y diarrea que pueden incluso llegar a conducir a un colapso cardiocirculatorio.
Tratamiento
Al igual que en otras dependencias, el tratamiento farmacológico de la dependencia a opiáceos es sólo una parte del tratamiento global, también es importante el tratamiento psicoterápico, la intervención social o la actuación a nivel político para luchar contra el tráfico ilegal de drogas.
A pesar de lo aparatoso y desagradable que resulta para el paciente el síndrome de abstinencia, se debe desmitificar su carácter de urgencia médica grave. El tratamiento se puede llevar a cabo tanto en medio ambulatorio como hospitalario.
Las autoridades sanitarias españolas, en sus recomendaciones del Plan Nacional Sobre Drogas señalan varios puntos a la hora de plantear un tratamiento:
– No hay una opción terapéutica definitiva y universal, la misma solución no sirve igual para todas las personas.
– Este tratamiento farmacológico debe ser parte de un esquema terapéutico global que debe incluir también apoyo psíquico para el paciente y su familia.
– El contacto con el personal sociosanitario debe facilitar también la prevención y tratamiento de patologías asociadas al mismo.
El tratamiento farmacológico de la adicción opiácea puede realizarse bajo tres enfoques distintos:
– Tratamiento sustitutivo con agonistas opiáceos: metadona.
– Tratamiento con antagonistas opiáceos: naltrexona.
– Tratamiento con agonistas parciales opiáceos: buprenorfina.
Bibliografía
Lorenzo, P., Ladero, J.M., Leza, J.C. y Lizasoain, I. (2003). Drogodependencias (Sección II: Opiáceos).Madrid. Editorial Médica Panamericana
López-Muñoz, F. y Alamo, C. (2007) Historia de la psicofarmacología. Tomo II (Analgésicos opiáceos).Madrid Editorial Médica Panamericana
Lorenzo, P., Moreno. A., Leza, J.C., Moro, M.A. y Lizasoain, I. (2005) Velázquez. Farmacología básica y clínica. Madrid. Editorial Médica Panamericana.

el ácido úrico y la gota

De las sulfonamidas al probenecid

Roberto Gimeno Hernández
Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad CEU Cardenal Herrera. Tutora: Dra. Lucrecia Moreno Royo
De las sulfonamidas al probenecid
Hoy sabemos que la gota ocurre debido a la formación de cristales de ácido úrico en algunas articulaciones. Para que estos cristales se formen es preciso que existan niveles altos de ácido úrico en la sangre (lo que se llama hiperuricemia), pero sólo algunas personas con hiperuricemia forman cristales y llegan a padecer gota. El depósito de cristales es reversible, es decir, que cuando se reducen los niveles de ácido úrico en la sangre a niveles normales, los cristales se disuelven y desaparecen, y con ellos la gota. Los cristales provocan inflamación de las articulaciones, que es intensa y muy dolorosa, los llamados ataques de gota. Una vez que estos ataques han pasado, los cristales quedan en las articulaciones sin causar mayor molestia hasta que ocurra el próximo. Los ataques suelen ser ocasionales y distanciados al comienzo de la enfermedad y con el tiempo se van haciendo más frecuentes, afectan a más articulaciones y pueden ser más intensos. Suelen ocurrir en la articulación de la base del dedo gordo del pie –la famosa podagra–, que se hincha y se enrojece. Pero son también frecuentes en el empeine, en el tobillo, en la rodilla, en la muñeca o en el codo. Pero todo esto tiene un origen más remoto del pensado.
Un poco de historia
La historia de la gota comenzó ya en la remota antigüedad. Hipócrates1, en el siglo IV a.C., dejó unos aforismos sobre esta dolencia con un conocimiento detallado de sus manifestaciones. Siglos más tarde, Galeno, en el siglo II, describió los tofos. Paracelso, en el año 1531, llamó la atención sobre un material calcáreo que en la gota se depositaba en articulaciones. A finales del s. XVII, el inventor del microscopio, Antonio Van Leeuwenhoek, dejó dibujos de lo que hoy sabemos son cristales de ácido úrico. Varios años más tarde, Garrod puso a punto una técnica simple para detectar niveles elevados de ácido úrico en suero (la prueba del hilo de Garrod), y así pudo comprobar que los pacientes gotosos tenían estos valores elevados; fue una de las primeras pruebas en las que una determinación analítica ayudó en el diagnóstico de una enfermedad. Garrod indicó que los cristales de urato eran la causa y no una consecuencia de la enfermedad, pero esta propuesta no despertó interés y se perdió. Así, en el año 1913 Folin y Denis pusieron a punto una técnica precisa para la determinación de los niveles séricos de ácido úrico, que ha pervivido hasta tiempos recientes, y que ha tenido una amplia difusión en relación con el diagnóstico y monitorización de los pacientes con gota. También se puede decir que la gota ha sido una enfermedad «real», ya que numerosos reyes la han padecido, como en el caso de Carlos I. Su hijo Felipe II utilizaba unas angarillas –que se conservan en El Escorial– para que lo trasladaran cuando se veía impedido por los ataques de gota; lo mismo que ocurrió con Fernando VII, entre otros.
En busca de un tratamiento
Una vez conocida la etiología de la enfermedad, se empezó a descubrir qué fármaco sería el más adecuado. Así, en los años 40 del siglo pasado se empezó a investigar la caronamida a partir de los efectos secundarios de las sulfamidas, que son unas sustancias químicas sintéticas derivadas de la sulfonamida, que se emplean como antibióticos para el tratamiento de enfermedades infecciosas. En este caso, la caronamida tuvo un papel terapéutico esencial, debido también al retrasar la excreción renal de la primera penicilina, en un momento en que ésta era escasa, aumentando la excreción renal de ácido úrico. Sin embargo, la eficacia en el tratamiento de la gota de un derivado de la caronamida se puso en entredicho, lo que le llevó al descubrimiento del probenecid, que tenía un efecto similar y más potente2 y que, además, pareció ser menos tóxico. Fue observado por Gutman y Yu y por Talbot y colaboradores. Su empleo como tratamiento de la gota permitió observar cómo, tras la normalización de la uricemia, los tofos disminuían de tamaño hasta desaparecer y finalmente los ataques dejaban de ocurrir. Además de como tratamiento para la gota, actualmente el probenecid también se emplea para evitar la nefrotoxicidad asociada al cidofovir.
Probenecid
El mecanismo de acción del probenecid consiste en que es filtrado a nivel del glomérulo renal y luego secretado en el túbulo contorneado proximal para finalmente ser reabsorbido a nivel del túbulo contorneado distal. En el riñón, un transportador de aniones reabsorbe al ácido úrico de la orina y lo regresa al plasma. El probenecid interfiere con ese transportador3. Por ser un ácido orgánico, el probenecid se une al transportador de aniones renal, de modo que el ácido úrico no tiene donde unirse, previniendo así que retorne al plasma sanguíneo y asegurando su excreción renal. Pero como todos los fármacos, el probenecid también interacciona con otros fármacos. Por ejemplo, reduce la excreción de la indometacina, el ketoprofeno, el naproxeno y el ketorolac, aumentando sus concentraciones plasmáticas. Otro inconveniente del probenecid es que su efecto es antagonizado por el ácido acetilsalicílico. En los antibióticos, el probenecid reduce la excreción de las cefalosporinas, el ciprofloxacino y las penicilinas, con el correspondiente aumento de las concentraciones plasmáticas. Esto también ocurre con el metotrexato, con el mayor riesgo de toxicidad. El probenecid también interactúa con los antidiabéticos, ya que potencia el efecto hipoglucemiante de la clorpropamida4.
De todo ello se concluye que los efectos secundarios de las sulfamidas han servido, mediante el procedimiento de la manipulación molecular, para obtener numerosos fármacos a lo largo de la historia, como ocurrió con el probenecid, empleado actualmente como agente uricosúrico, para el tratamiento de la gota5.
Bibliografía
1. Hippocrates: the genuine works of Hippocrates. Vols. I y II. Traducido del griego con una discusión preliminar y anotaciones de Francis Adams. Nueva York, Woods, 1886.
2. Studies on the effect of probenecid in gout. Ann RheumDis. 1954 June; 13(2): 120-130.
3. Hsyu PH, Gisclon LG, Hui AC, Giacomini KM. Interactions of organic anions with the organic cation transporter in renal BBMV. Am. J. Physiol. 1988, 254(1 Pt 2): F56–61.
4. www.drugs.com
5. Braña MF, Cacho M, Guisado C. Sulfonamida: el grupo mágico. An R Acad Nac Farmc. 2006, 72: 317-341.

El poder de la Música


Los griegos enseñaban música a la vez que medicina. El filósofo y matemático griego Pitágoras creó con los sonidos todo un método, al que llamó "purificación", para tratar a los enfermos. Para ello, inventó remedios que debían reprimir o expulsar las enfermedades tanto del cuerpo como del alma. Componía música destinada a corregir los estados de ánimo. El filósofo latino Jámblico, en su "Vida de Pitágoras", indicó que: "mediante el uso sólo de sonidos musicales, sin acompañamiento de palabras, Pitágoras efectuaba la curación de las pasiones del alma, así como de determinadas enfermedades"



.La música clásica también es capaz de hacernos descubrir universos que no conocíamos. Al escuchar los coros militares o las trompetas celebrar la victoria en “Aída”, de Verdi, podemos descubrir en nosotros una voluntad, un entusiasmo, un arrojo físico que no sospechábamos tener. 

Al escuchar una cantata de Johann Sebastian Bach, podemos sentir una compasión y un amor por la humanidad afligida que creíamos ser incapaces de tener. 

Al escuchar una sonata de Schubert, entendemos verdaderamente con qué violencia y dolor podemos enamorarnos. 

Con las sinfonías de Gustav Malher nos sentimos preparados para partir a la conquista del espacio (el autor de la música de “La Guerra de las Galaxias”, John Williams, se inspiró directamente en ellas).

viernes, 7 de marzo de 2014

Aceite de ricino

La planta que cura y tortura

Laura Martí Ferri
Facultad de Ciencias de la Salud. Universidad CEU Cardenal Herrera. Tutora: Dra. Lucrecia Moreno Royo
La planta que cura y tortura
El aceite de ricino, como otras plantas o sustancias de origen animal con fines curativos, se viene usando desde la antigüedad, remontándonos al Paleolítico; es lo que hoy conocemos como medicina primitiva. De esta manera se demuestra que en toda civilización, desde los sumerios en Mesopotamia a la actual, ha habido personas que han buscado remedios frente a las enfermedades.
Las plantas son empleadas como medicamentos o remedios contra enfermedades ya en la antigua Mesopotamia, tal como nos muestran sus tablillas de recetas medicinales. Las primeras que aparecen son el tomillo, la casia y la adormidera.
Respecto a la que vamos a tratar, el aceite de ricino, lo encontramos mencionado desde la antigüedad, en la cual según conocemos se usaba como laxante y sustancia abortiva. Lo encontramos referenciado en la segunda década del siglo pasado en Italia, en donde los Fasci di Combattimento empleaban el ricino para purgar ; ya que en dosis elevadas provoca náuseas, vómitos, cólicos y diarreas, que en aquella época podían provocar graves daños físicos, incluso llegar a la muerte.
España copia este método de castigo en la represión política de los años 30 y 40 en la que se le da un uso habitual. La desaparición del uso de esta planta como correctivo se produce con la llegada de la democracia y su consecuente cambio en la forma de entender la lucha política. Aunque también su ubicación es relegada a las herboristerías y con ello se realiza un mayor control de la adquisición y uso de esta planta.
La planta denominada Ricinus communi, en concreto sus semillas, es de donde se extrae el aceite de ricino. Estas raíces contienen entre un 50 y 80% de ácido ricinoleico. Entre sus propiedades encontramos que es antioxidante, hidratante y principalmente laxante, es un tipo de laxante de contacto. Su mecanismo de acción consiste en estimular la secreción intestinal de agua y electrolitos afectando así a la motilidad intestinal. El aceite de ricino se utiliza para el vaciado gastrointestinal en prerradiografía o preoperatorio y también en intoxicaciones por alimentos, ya que cursan con una acción rápida y agresiva.
Su uso está contraindicado en cualquier patología del tubo digestivo y hay que tener cierta precaución, sobre todo con los niños menores de 5 años, ancianos y diabéticos; y en caso de mujer lactante hay que evitarlo totalmente. Sus interacciones son peligrosas, ya que la ingesta potencia el efecto de la quinidina, aumentando con ello el riesgo de padecer arritmias, y el efecto de los digitálicos; también produce una importante pérdida de niveles de potasio y disminuye los niveles séricos de indometacina. Como ya hemos mencionado anteriormente, sus principales reacciones adversas son diarreas, espasmo abdominal, dolor abdominal, dependencia física y desequilibrio electrolítico. En situación de sobredosis se deberá utilizar la papaína como antídoto.
Laxantes
En la actualidad el uso de laxantes esta muy extendido, ya que el estreñimiento es una patología muy frecuente, normalmente idiopática, es decir no se puede identificar la causa, aunque probablemente sea la falta de aporte de fibra en la dieta. Por este motivo, la primera prescripción suele recomendar un incremento en la ingesta de fibra conjuntamente con el aumento de líquidos. En caso de no obtener los resultados requeridos se pasará a los laxantes, que son preparados farmacéuticos que favorecen las deposiciones.
Los primeros laxantes a utilizar son los formadores de masa y los osmóticos. Este primero, los formadores de masa, produce un aumento del bolo fecal, ya que actúa absorbiendo el agua, debido a estas sustancias hidrófilas que son polisacáridos. Este aumento de volumen estimula el peristaltismo y con ello los reflejos fecales favoreciendo la salida del bolo fecal. Dentro de este grupo los más utilizados son la metilcelulosa y las semillas de Plantago ovata; administrados vía oral y para aquellas situaciones en las que el paciente no pueda realizar esfuerzos excesivos como puede ser en caso de hemorroides, colon irritable, postparto, etc. Su efecto tiene lugar días después de la administración; por tanto, no son aptos para las situaciones en las que se precisa un vaciado rápido. Es uno de los métodos más seguros y recomendados, ya que tiene además mínimos efectos secundarios.
Los laxantes osmóticos están formados por sustancias poco absorbibles en el tubo digestivo y su mecanismo de acción está basado en la atracción de agua a la luz intestinal mediante procesos osmóticos, produciendo así un aumento de la masa fecal, disminución de la consistencia de esta, y con ello provocar la estimulación del peristaltismo. Hay diferentes tipos de laxantes osmóticos. En primer lugar encontramos los salinos (hidróxido de magnesio, fosfatos, sulfato magnésico...) indicados para el tratamiento sintomático y temporal del estreñimiento ocasional. Encontramos también los hipermolares (lactulosa, lactitol, manitol, sorbitol...) que son metabolizados en el colon por las bacterias comensales, formándose ácidos de cadena corta que provocan una acidificación del medio, estimulando así la pared intestinal. La administración de estos dos tipos de laxantes osmóticos puede realizarse tanto por vía oral como por enemas.
El siguiente tipo de laxantes son los lubrificantes o suavizantes, también utilizados en la actualidad, pero con ellos se debe tener mayor precaución en caso de embarazo o lactancia, ya que pueden provocar daño fetal. El mecanismo de acción de este tipo de laxantes consiste básicamente en la disminución de la consistencia del bolo fecal y su lubrificación para mejorar su salida.
Como último remedio utilizaríamos los laxantes de contacto, debido a que provocan irritabilidad en la mucosa intestinal. Dentro de este grupo podemos diferenciar entre derivados antraquinónicos (cáscara sagrada, sen, frágula, ruibarbo) formados por principios activos de tipo glúcosido, no absorbibles en el intestino delgado provocando así su hidrolización en el colon y dando lugar a unas moléculas que estimulan la función secretora y motora del mismo. También identificamos en este grupo los derivados polifenólicos (bisacodilo, picosulfato sódico y fenoftaleína), cuyo mecanismo de acción es similar a los antraquinónicos. Y el último de los laxantes de contacto que diferenciamos es el propio aceite de ricino, el cual ya hemos conocido.
Bibliografía
Jácome A. Historia de los Medicamentos. Academia Nacional de Medicina. 2003.
Levy M. Farmacología. Su historia y desarrollo. Editorial Ciencias Médicas. La Habana. 2002.
Vademecum Internacional (2012). Ed. UBM Medica.
Lorenzo P, Moreno A, Leza JC, Lizasoain I, Moro MA. Velázquez. Farmacología básica y clínica. Ed: Médica Panamericana (Madrid), Buenos Aires 17ª edición. 2004.